martes, 8 de febrero de 2011

¡Ahora les corresponde a los maestros!


Los buenos maestros usan la memoria como deposito
de información, mientras que los maestros
fascinantes la usan como apoyo en el arte de pensar.
Este hábito de los maestros fascinantes contribuye a desarrollar en sus alumnos:
capacidad de pensar antes de reaccionar, de exponer y no de imponer las ideas,
conciencia crítica y capacidad de debate, de cuestionamiento y de trabajo en equipo.
Los buenos maestros usan la memoria como un depósito de información; los maestros
fascinantes usan la memoria como un apoyo para la creatividad. Los buenos maestros siguen
el programa de clases; los maestros fascinantes también, pero su objetivo fundamental es
enseñar a sus alumnos a ser pensadores y no repetidores de información.
La educación clásica ha transformado a la memoria humana en una base de datos. Esa no
es la función de la memoria. Como dije, una gran parte de la información que recibimos
jamás será archivada. Llenamos un espacio precioso de nuestra memoria con información
poco útil o inútil.
Los maestros y los psicólogos juran que hay recuerdos pero, como dije antes, este es uno
de los falsos pilares en que se sustentan la psicología y las ciencias de la educación. No hay
un recuerdo puro del pasado, sino una reconstrucción de ese pasado con micro o macro
diferencias.
¿Cuántos pensamientos produjimos ayer? ¡Miles! ¿Cuantos podemos recordar con la
secuencia exacta de verbos, sustantivos y adjetivos? Probablemente ninguno. De cualquier
forma, si tratamos de recordar a la gente, los lugares y las circunstancias en que nos
relacionamos, reconstruiremos otros miles de pensamientos, pero no exactamente los
mismos que pensamos ayer.
Podemos concluir que el objetivo de la memoria no es dar apoyo a los recuerdos, sino a la
reconstrucción creativa del pasado. Sólo hay un recuerdo puro de información cuando esta
vacío de experiencias sociales o emocionales, en otras palabras, de información lógica, como
los números. Sin embargo, el rescate de estos recuerdos involucra sutiles emociones
subyacentes. Por eso, dependiendo del momento, tenemos mayor o menor habilidad para
resolver cálculos matemáticos.
La memoria suplica a cada ser humano que sea creativo, pero la educación clásica le
suplica que sea repetitivo. La memoria no es una base de datos, ni nuestra capacidad de
pensar es una maquina que repite información, como meros cálculos.
La memoria de la computadora es esclava de los estímulos programados. La memoria
humana es un jardín de información y experiencias del que cada uno puede obtener un
fantástico mundo de ideas.
Un miembro de una tribu africana tiene la misma capacidad intelectual que un científico
de Harvard. Mucha gente considera que Einstein fue la mente más grande del siglo xx pero,
como uno de los raros científicos que han producido conocimiento sobre el proceso de la
construcción de pensamientos, tengo la convicción de que un miembro de una tribu indígena
del Amazonas tiene el mismo potencial intelectual que Einstein.
Todos tenemos un grupo de fenómenos que, en milésimas de segundo, lee los campos de
la memoria y produce una exhibición de pensamientos. La única razón por la que no
generamos grandes ideas, pensamientos inusuales y sorprendentes creaciones, es porque
hemos maniatado el arte de pensar.
En mis dos primeros años de segunda enseñanza sólo tenia dos cuadernos y en ellos casi
no había nada escrito. Me fue difícil adaptarme a una educación que no estimulaba mi
inteligencia. En aquel tiempo, algunas personas, viendo mi aparente desinterés, pensaron
que no lograría nada en la vida. Pero en mi interior había una explosión de ideas. Pensar era
una aventura que me encantaba.
A la fecha, he escrito más de 5000 páginas y la mayoría no han sido publicadas. Mis libros
son estudiados por científicos y leídos por cientos de miles de personas en todo el mundo. Sin
embargo, estoy convencido de que no tengo una inteligencia privilegiada. Todos tenemos una
mente especial. Que tan lejos lleguemos depende de cuanto liberemos el arte de pensar.

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