lunes, 6 de junio de 2011

Cuentos de dinosaurios

El primer viaje de Dino

- ¡Nos vamos de vacaciones!- gritó Diego.
Y todos sus juguetes comenzaron a empujarse para quedar en la parte de arriba del baúl. Menos Dino, el pequeño dinosaurio verde y amarillo que, como siempre, se escondió en la esquina, debajo del tren de madera. Y es que cada vez que Diego se iba de vacaciones, metía la mano en el baúl de los juguetes y sacaba uno al azar. Y lo llevaba con él de viaje, a vivir aventuras estupendas.
Pero Dino tenía miedo de todo. De los trenes y de los aviones, del agua y de los animales, de los ruidos y de las personas. Y pocas veces se atrevía a salir del baúl, y mucho menos a arriesgarse a ser elegido para acompañar a Diego en sus vacaciones. Los padres de Dino estaban muy preocupados. Y los demás juguetes estuvieron de acuerdo en ayudarles a solucionar el problema.
- Dino, no se puede vivir con miedo a todo cuando no hay razón para ello. Te pierdes experiencias maravillosas y lecciones importantes. Y como el miedo sólo se supera enfrentándose a él, este año vas a ir tú de vacaciones.
De nada sirvieron los gritos y lloros de Dino. Todos los juguetes le empujaron hacia arriba y se apartaron, así que cuando Diego metió la mano en el baúl sólo tocó un dinosaurio tembloroso.
- ¡Qué alegría, Dino, con las ganas que tenía de que te tocara a ti!- gritó Diego, feliz-. Este año vamos a la playa. ¡Verás lo bien que lo vamos a pasar!
Dino se pasó el viaje en el coche temblando y con los ojos cerrados. Cuando subieron al avión estaba asustadísimo, pero se atrevió a mirar por la ventanilla ante los gritos de entusiasmo de Diego…¡Qué maravilla! Según iban subiendo, más pequeñitos se veían los coches, las casas, los árboles…Parecía que estuvieran volando sobre la bola del mundo de su habitación. ¡Y pasaban entre las nubes! Viajar en avión no daba miedo, sino que era emocionante. Tampoco el tren que cogieron después daba miedo: ¡qué divertido era intentar no perder el equilibrio con el traqueteo! Ni la habitación del hotel, con aquella cama tan grande y cómoda, estupenda para saltar y dar volteretas.
A Dino le gustó tanto la playa que no le importó llenarse de arena, ni pasar de mano en mano cuando los demás niños quisieron jugar con él. Pero lo mejor fue bañarse con Diego en el mar. Aunque al principio se asustó al ver las olas, ¡cuánto disfrutó después nadando, buceando, viendo los peces, saltando las olas! Fue una semana llena de experiencias fantásticas. Cada día era una aventura.
Y cuando volvieron a casa, todos los juguetes le rodearon, ansiosos por escuchar nuevas historias. Pero lo primero que hizo Dino fue abrazarse a sus padres y decirles, emocionado:
- ¡He pasado los mejores días de mi vida! Y ya no tengo tanto miedo a las situaciones nuevas. Muchas gracias, papi, mami, por obligarme a ir. ¡Nunca hubiera perdido el miedo si no me hubiera visto obligado a enfrentarlo! Ahora me doy cuenta de lo tonto que era, ¡la de cosas maravillosas y divertidas que me he perdido hasta ahora! ¡Yo quiero volver a viajar el año que viene!
Los padres de Dino estaban muy contentos. A partir de aquellas vacaciones, Dino se transformó en un dinosaurio feliz, valiente, orgulloso y seguro de sí mismo. Y no volvió a dejar pasar ninguna oportunidad de correr nuevas aventuras. ¡No tengais miedo a vivir cosas nuevas! Y si lo tenéis, enfrentaos a vuestro miedo y vividlas a pesar de él. ¡La recompensa será maravillosa!
Marta Nonide Robles

Un viaje espacial

¡Hola, amigo! Soy Dino, el astronauta, y en esta aventura los protagonistas somos tú y yo. ¿Me acompañas en este viaje? No te he oído. ¡Dilo más alto! ¡Fenomenal! Pues si estás preparado comenzaremos nuestro viaje al espacio.
¡Corre, siéntate, abróchate el cinturón! ¡Que despegamooooooooos! ¡Buuuuuuah qué maravilla, mira qué pequeño se ve todo desde aquí arriba! Necesitamos ir más deprisa, ayúdame, tienes que conducir conmigo la nave, funciona a base de órdenes y sonidos, da dos palmadas fuertes y cogeremos velocidad.
¡Vamos, amigo, quiero oírlas! Muy bien, ya estamos viajando a más velocidad.
¿Ves ese lugar de ahí abajo? Pues ahí vivían antiguamente los dinosaurios, que por el cambio climático han ido desapareciendo todos, menos yo. Y aquello tan grande que ves allá arriba es la luna. ¿ A que no sabías que era tan grande? Desde la tierra parece un balón, y eso de ahí tan brillante son estrellas fugaces, parecen fuegos artificiales.
¿Te estás divirtiendo, amigo? Por cierto, ¿ya has cenado? Yo voy a tomarme unas verduritas ricas, ¿quieres? ¡Son muy sanas, por eso estoy así de fuerte y grande!
¡Cuidado, un meteorito gigante! Esquívalo, di, ¡nave a babor! Para girar hacia la izquierda y ¡nave a estribor! Para girar a la derecha. ¡Estás hecho un conductor magnifico!
Pronto pasaremos cerca del sol, así que tendremos que ponernos las gafas de sol y la crema protectora y colocar en la nave el parasol, para no quemarnos.
Da la orden en alto. ¡Nave colocación de protección! ¡Genial, ya estamos listos, ahora podremos ver el sol sin problemas!
¡Mira cuánta luz, qué calor, qué amarillo es todo! Ha llegado la hor,a amigo, es el momento de que sepas cuál es tu misión al regreso de este viaje.
Como has podido ver, el sol tiene el poder del fuego, de la luz, del calor... Por eso nos tenemos que proteger de él, pues tu misión será que a partir de este momento me ayudarás a hacer de este mundo un lugar mejor, reciclando, sin tirar basura al suelo, al mar, cerrar el grifo del agua mientras te lavas los dientes, echar las pilas de los juguetes en un contenedor especial y todas esas cosas que hacen que el planeta se contamine menos, porque si no colaboramos todos habrá otro cambio climático y seguirán desapareciendo algunas especies de animales, por ejemplo nuestros amigos los pingüinos y los osos polares porque el calor derretirá el hielo y se quedarán si casita.
Bueno, amigo, es tarde y va siendo hora de ir a dormir, hay que aterrizar la nave, recuerda, dos palmadas fuertes para aterrizar. ¡Bieeeen! Ya se han apagado los motores. Es hora de ir para cama
¡Felices sueños y hasta el próximo viaje! Un abrazo de tu amigo Dino.
Josefa Germade

Viaje hacia el cariño

Dino vivía en una polvorienta caja de cartón, expuesto en una balda junto a otros muñecos también en cajitas deterioradas de una pequeña tienda de juguetes.
Dino era un dinosaurio de color verde con una pequeña mancha en la frente de color marrón, quizás por esa manchita nunca había sido elegido por ningún niño que entraba en la tienda. Otros como él, pero sin la mancha, hacía mucho tiempo que ya se habían ido.
Pero él permanecía allí con la esperanza de salir también. Se imaginaba su vida fuera de la caja y de la tienda, muchas veces veía por un pequeño hueco del escaparate pasar a muchos niños abrazando a sus muñecos y él quería sentir esa sensación de ternura y amor, que aunque no lo sabía, creía sería estupenda.
Viajaba con la imaginación hasta los hogares de los niños, a veces eran niñas, otras niños e incluso bebés recién nacidos.
Cuando se desea algo con mucha fuerza siempre se acaba cumpliendo y así, un día pudo hacer ese viaje deseado hacía lo que solían llamar allí en la juguetería “Viaje hacia el cariño”.
Claudia era una niña de algo más de dos años y medio muy revoltosa. Un día sus padres le lanzaron un reto, si se portaba muy, muy bien durante toda una semana la llevarían a una tienda de juguetes y podría elegir el que quisiera. Claudia que, aunque pequeña, lista era un rato, lo meditó y durante los siete días se comportó muy bien, a veces había que recordarle el trato, pero pocas veces.
Claudia recogía sus juguetes cuando se lo pedían, se iba a dormir sin protestar, se dejaba lavar la carita y las manos e incluso dejó de lado las natillas de chocolate por alguna fruta. Tan bueno fue su comportamiento que los padres cumplieron.
Una tarde de sábado la llevaron hasta una pequeña tienda de juguetes, la pusieron delante del mostrador y le dijeron:
- Puedes elegir el juguete que más te guste.
Había bicicletas, preciosas muñecas vestidas de princesitas, casitas de juguetes… Ella echó un vistazo a la tienda y enseguida vio a Dino y señalándolo dijo:
- Ese, papá, quiero ese.
- ¿Estás segura? – le dijo su madre- mira que hay muchas cosas y muy bonitas.
- A mí me gusta ese verde.
Dino casi no se lo podía creer, un niño lo había elegido de entre un montón de juguetes de última moda con los que veía imposible competir. Casi se le escapa una sonrisa. El dueño de la tienda cogió la cajita de Dino, le quitó un poco el polvo y tras hacer un pequeño descuento por lo que dijo él era una pequeña tara del muñeco; lo envolvió en un precioso papel de regalo.
El camino hacia la casa de Claudia lo hizo totalmente a oscuras, no veía nada, se le hizo eterno. Pero de repente se le presentó, tras ser retirado el papel, todo un mundo nuevo y desconocido para él.
Le sacaron de la caja, lo cogieron y besaron sin parar, casi lo ahogan de tanto achuchón, lo zarandearon por los aires… pero Dino estaba encantado, le gustaban todas las sensaciones: dormir con Claudia, estar por la alfombra tirado con otros muñecos, las excursiones que hacía algún día a la guardería…
Su viaje hacia el cariño era mucho mejor de lo que había imaginado y estaba seguro que esas sensaciones permanecerían para siempre.
Lo bueno se hace esperar, y él había emprendido el mejor de los viajes hacia el mejor de los sitios.
Nuria Iglesias Rodríguez


                          






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